martes, 8 de diciembre de 2009

Historia San Jose Guayabal.


Historia del Municipio
ORÍGENES. En el siglo XVIII, se constituyó en jurisdicción del Curato de Tonacatepeque, una aldea o valle denominado El Guayabal, por la abundancia de árboles de guayabo. En 1770, época de la visita pastoral del arzobispo Monseñor Pedro Cortés y Larraz, éste villorrio de ladinos tenía una población de 593 personas, repartidas en 93 familias, y era la aldea más importante de la comarca. El cura párroco de Tonacatepeque, presbítero José Moetancourth, señaló a su Señoría Ilustrísima: “que los ladinos del valle de Guayabal, casi la mayor parte de ellos son poco o nada puntuales en la asistencia de la misma y doctrina cristiana”. Y monseñor Cortés y Larraz después de indicar que la información del cura referido ha sido suprimida casi toda. “por ser escrito muy difuso”, comenta lo siguiente:
“”” Con todo –dice- se deja ver un valle de ladinos (El Guayabal) a nueve leguas, y (al que se llega) por malos caminos, con alguna gente, que no puede vivir (sino) en varios desórdenes y con ignorancia de las verdades más esenciales del cristianismo, como también sin disposición para ser instruidos ni vivir como cristianos, porque en semejantes valles ni hay templo, ni escuela, ni sujeción, ni gobierno, y cada cual vive a su antojo”””. En sus comentarios, el ilustrado arzobispo cree oportuno y conveniente precisar que se entiende por valles y a que se reducen éstos: “”Se dicen valles –manifiesta-, por serlo propiamente, a causa de que ellos y solicitando que haya aguas abundantes, o al menos suficientes, se establecen varias familias de ladinos y hacen en ellos sus siembras y tienen algún ganado, pero muy poco y sólo para su uso. No sé con que facultades hagan estos establecimientos, pero es muy de temer que no tengan algunas, ni para esto obtengan licencia”””.
“En estos valles – agrega -, suele vivir mucha gente, en unos más y en otros menos, las casas que se forman no tienen conexión ni unión con otras, de modo que no es figura de pueblo: aquí hay cuatro o seis, a un cuarto de legua hay otras tantas, etc., y con este motivo ocupan los valles mucho terreno. Hay otros que tienen menos, hay otros que tienen mucho más, y con esto, en unos hay más familias que en otros, pero generalmente en todos hay muchas, pues este Valle del Guayabal no se reputa por de nombre ni numeroso, y con todo tiene 93 familias con 593 personas””. “Antes de continuar el asunto, me parece (necesario) prevenir: que (en) lo que respecta a los ladinos se dicen valles; en orden a los indios se llaman pajuides, hatos o estancuelas, bien que éstos infelices no reparan (en) establecerse en cualquier territorio, bueno o malo, sea valle, sea monte, sea quebradura, sea como fuere; pero los ladinos eligen tierras buenas, en los valles, en donde podrían formarse pueblos crecidos, útiles y hermosos””. “En dichos valles (villorrios de ladinos, dice monseñor) no hay templo, ni capilla, ni ayuntamiento, ni alcalde, ni quien gobierne, y cada cual vive a su arbitrio y dueño despótico de sus acciones”, agregando que, en algunos de estos poblados, por orden de la Real Audiencia se puso un alcalde pedáneo, que fue “remedio tan débil”, dice, porque los ladinos inventaban mil maneras para sustraerse de su pobre autoridad y una de ellas era la de abandonar su poblado e irse a un valle inmediato que careciera de dicha autoridad. Finalmente, el arzobispo Cortés y Larraz propone como explicación y definición de lo que debe entender por valle, la siguiente: “Pueblos derramados, sin la menor sujeción a Dios, a la Iglesia ni al Rey, sin otra ley que gobierne, que el gusto, antojo y capricho de cada uno”. “Y siendo el capricho y antojo de semejantes gentes sin educación y sin crianza –comenta-, cada cual deducirá la vida y costumbres de los que viven en los valles”.
ERECCION DEL MUNICIPIO. Un valle o caserío de ladinos tan florecientes como El Guayabal, sin ninguna sujeción a la autoridad real ni a la eclesiástica, no podía ni debía pertenecer más tiempo, como apunta monseñor Cortés y Larraz, sujeta al gusto, antojo y capricho de cada uno de sus habitantes.
Con el objeto de curar ese mal y agrupar en una sola población –crecida, útil y hermosa- a los vecinos de varias aldeas comacaranas, el Corregidor Intendente, don José Ortiz de la Peña, comisionó al agrimensor real don Francisco José Vallejo para que trazara el plano de la nueva población.
El señor Vallejo concluyó su trabajo el 13 de noviembre de 1786 y el mismo día, en su ceremonia verdaderamente caballeresco, el señor Ortiz de la Peña, en nombre de su majestad, fundó solamente el pueblo de El Guayabal, con 200 familias (unas 1,000 almas) que residían en los valles ladinos de El Guayabal, San José, Santa Inés y Montepeque, a quienes se les repartió los correspondientes solares.
Ortiz de la Peña, el fundador de San José Guayabal, era abogado de los Reales Consejos, del gremio y claustro de la Universidad de Salamanca; en diciembre de 1777, había sido designado oidor de la Real Audiencia de Guatemala y el 29 de mayo de 1786 había tomado posesión del cargo de Primer Corregidor Intendente de la Intendencia de San Salvador, su gestión administrativa se señaló como progresista. El nuevo pueblo, que se incorporó en el partido de San Salvador, progresó rápidamente, y en 1807, según apunta el Corregidor Intendente don Antonio Gutiérrez y Ulloa, contaba con una población de 1,150 habitantes, étnicamente repartidos así: 15 españoles, 120 indígenas y 1,415 ladinos.
El año 1815 se inauguró solamente la Iglesia de la localidad, añeja a la parroquia de Tonacatepeque, siendo su primer cura coadjutor el presbítero don José Tiburcio de Aráosla.
ÉPOCA FEDERAL El 14 de enero de 1823 hubo entre El Guayabal y Guazapa un reñido encuentro entre tropas republicanas salvadoreñas y las imperialistas mexicanas, sin resultados definitivos para ambos contendientes. Ingresó el 12 de junio de 1824 en el Departamento de San Salvador, En año de 1825 su Iglesia se convirtió en sede efímera de un curato y se estrenó la Iglesia El Calvario. Por ley del 22 de mayo de 1835, el pueblo de El Guayabal se segregó el distrito de Suchitoto, entrando al mismo tiempo a pertenecer al departamento de Cuscatlán, creado por dicha ley.
SUCESOS POSTERIORES Por Acuerdo Legislativo de 5 de febrero de 1859, se obligó a la municipalidad de San Martín Perulapán a vender a la de El Guayabal, diez caballerías de tierra, de sus ejidos, de las que estuvieren más próximas a esta población, a efecto de que los guayabalenses las ocuparan para fines agrícolas. En un informe municipal de El Guayabal, del año 1859, se dice: “Este pueblo no tiene tierras antes de ahora, sino muy pocas de mala calidad, por eso sus vecinos han sido siempre terrajeros en las haciendas, principalmente en la de Montepeque; hasta este año que la municipalidad ha comprado diez caballerías de tierra al común de indígenas de San Martín del departamento de San Salvador, existen al Sur del mismo pueblo (del) Guayabal. Se sabe que son labrantías y propias para el cultivo de granos de primera necesidad, Por la escasez de tierras que se ha dicho antes, han emigrado cosa de cincuenta familias a las jurisdicciones del mismo San Martín, Perulapía y Guazapa por la inclinación a los trabajos agrícolas”. No obstante ese éxodo, en dicho año el Guayabal tenía 2,302 habitantes, alojados en 39 casas de teja, una que otra de regular construcción y 264 de paja, haciendo un total de 303 casas.
“La población –dice un informe municipal de aquel año- tiene once calles de doce varas de ancho, seis de Este a Oeste y cinco de sur a Norte. Por la escasez de material principal no están empedradas sino dos por pequeños trechos. Por lo deleznable del terreno se ha formado un barranco que atraviesa de Norte a Sur que toca en uno de los ángulos de la plaza; cuyos progresos no se han podido contener no obstante esfuerzos de las autoridades y vecindario. Últimamente, se han construido tres calzadas, pero los temblores del mes de junio del año 1858, han arruinado dos de ellas hasta sus cimientos”. Su iglesia ya no era parroquial, pues dependía del curato de Tonacatepeque como en la antigüedad. En su jurisdicción primitiva, fuera de las diez caballerías recientemente compradas, tenía las aldeas o cantones de Piedra Labrada, Ramírez, Palo Grande, Llano de los Meléndez, Llano de los Rodríguez y la Aldea, este último el asiento prístino del valle del Guayabal.
TITULO DE VILLA Según don Guillermo Dawson, San José Guayabal “obtuvo el título de villa en febrero de 1875 y el doctor Santiago I. Barberena, que frecuentemente copia de aquél, dice que en 1875 obtuvo título de villa”. En 1890 tenía 5,800 habitantes y era “notable – apunta Dawson- por sus grandes cosechas de arroz”. 1912, según Barberena, El Guayabal era “una población de bonito aspecto, con más de 500 casas de teja, los edificios públicos necesarios para la administración y una hermosa iglesia en vías de construcción”. “En la escuela de varones –agrega- se matricularon ese año 95 alumnos, y en la de niñas, 90. Hay también escuela especial de música y escuela nocturna”.

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